Hasta hace poco, era imposible creer que una bacteria pudiera sobrevivir en el medio ácido del estómago. En 1982 los médicos australianos Barry Marshall y Robin Warren descubrieron una bacteria que vive en la mucosa del estómago.

Al igual que muchas bacterias, la infección por Helicobacter pylori ocurre a través de alimentos o agua contaminados. Esta bacteria puede debilitar la cubierta protectora del estómago y el duodeno, permitiendo que el ácido irrite las paredes de éstos órganos, causando gastritis y úlceras.

Estudios han demostrado que más de la mitad de la población mundial está infectada con H. pylori. Muchas personas no presentan síntomas. Otras presentan dolor abdominal, indigestión, distensión abdominal, náusea, hambre 1 a 3 horas después de comer, etc.

El diagnóstico se hace mediante la medición de urea en el aliento, midiendo anticuerpos en sangre y heces o a través de un a biopsia del estómago durante una endoscopía. El tratamiento consiste en una combinación de antibióticos y antiácidos. Desafortunadamente, erradicar la bacteria es difícil. Existen 19 especies diferentes de H. pylori, algunas han desarrollado resistencia a los antibióticos. Por lo tanto, se ha cambiado el esquema de tratamiento con el tiempo. Una vez erradicado, la recurrencia es muy baja. Al curar la infección se curan las úlceras hasta en un 90% de casos.

La Organización Mundial de la Salud denominó al H. pylori como agente carcinogénico tipo I, es decir, que existe una relación entre la infección y el cáncer de estómago. Sin embargo, no todas las personas que tienen la infección desarrollan cáncer. Factores genéticos, diferentes cepas, respuesta inmune y hábitos de vida (fumar, alcohol, estrés) pueden influenciar en el riesgo de desarrollar cáncer.

El descubrimiento de H. pylori se considera uno de los fenómenos científicos de mayor relevancia de la literatura médica mundial. Tanto así, que el año pasado les valió el Premio Nóbel de Medicina a los descubridores Marshall y Warren.